Pensándonos desde nuestra historia y andando entre flores y espinas
Pensándonos desde
nuestra historia
y andando entre flores y espinas
Consejo Directivo del CESIK
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El
Centro de Estudios Superiores Indígenas Kgoyom (CESIK) es un centro de
educación media superior ubicado en la comunidad de Huehuetla, en la región tutu
nakú de la Sierra Norte de Puebla. Incorporado a la Benemérita Universidad
Autónoma de Puebla, el CESIK imparte educación preparatoria desde las
asignaturas propias que recogen conocimientos de la cultura totonaca y las
asignaturas del tronco común de ese nivel educativo.
En el ciclo escolar 1985 iniciaron las
actividades del primer bachillerato denominado Bachillerato Huehuetla. A él asistían jóvenes tanto
mestizos como tutu nakús, sin embargo en abril de 1994 se desencadenó un
conflicto con los padres de familia mestizos por el apoyo con becas que se daba
a los jóvenes tutu nakú, lo que propició el cierre de esta escuela.
Ante el cierre del bachillerato, la demanda de
este nivel educativo entre los jóvenes tutu nakú aumentó. Buscando
respuesta a esta necesidad, algunos miembros y socios de la Organización
Independiente Totonaca (OIT), sacerdotes y religiosas de la comunidad, así como
profesionistas solidarios asumieron el proyecto educativo con enfoque
comunitario, y en septiembre de 1994, con el apoyo del Centro de Estudios para
el Desarrollo Rural (Cesder), se inició el ciclo escolar, dando apertura al Centro
de Estudios Superiores Indígenas Kgoyom.
Dieciocho años andando. Hace tiempo soñamos fortalecer lo que somos
y vivimos, sin temor o vergüenza. Nuestros abuelos se juntaron, unieron sus
pensamientos las palabras, los trabajos y las oraciones. Se hablaron varias
veces con la verdad, aquella que sus vidas han conocido; sabían que estaban
pasando muchas cosas que causaban tristezas: el hambre, la sed, la injusticia,
las carencias, la historia... Nos soñamos haciendo cambios en lo que lastimaba
al totonaco, y se hizo realidad parte de nuestros sueños: organizarnos,
recuperar nuestra cultura, entender nuestra historia y en 1989 nació la OIT.
En nuestras reuniones de formación y trabajo
también soñamos con tener un espacio sencillo donde nuestros hijos y nietos
aprendieran con verdad, se le diera dignidad a nuestras palabras, cuidado y
respeto a nuestra madre tierra, donde compartiéramos nuestros pensamientos y
que las generaciones que nos siguen tuvieran la fuerza para continuar apoyando
a sus comunidades, a sus hermanos y hermanas totonacos.
El sueño de recuperar lo que históricamente se
nos ha arrebatado; cultura, palabra, dignidad, mano vuelta, espiritualidad,
danzas, tanto que embellece nuestra vidas. Que el pueblo recobre su rostro
totonaco, que nuestras jóvenes generaciones no se pierdan y no abandonen sus
hogares, sus familias.
Así se inició el sueño llamado CESIK. Entre espinas y flores tomamos
nuestro camino, dialogamos para saber cómo se debería dar la educación
preparatoria a las y los jóvenes. Se concluyó que esta educación debe
fortalecer la identidad de la cultura totonaca, que el pueblo sienta y acompañe
esta educación, que fortalezca su vida, que los valores comunitarios nutran las
raíces del pueblo. Que la educación debe dar una preparación que fortalezca la
palabra de los jóvenes y los tenga conscientes de la situación que se vive y
les siembre en el corazón la esperanza de volver a su comunidad para compartir
sus conocimientos.
No ha sido fácil el caminar, nos hemos dado
cuenta de que en este sistema formal se tienen bastantes cosas en contra,
limitantes, contradicciones, pero esto nos ha enseñado que sólo juntos y en
común, reunidos, dialogando, asumiendo nuestro vivir, es posible avanzar con el
rostro claro. Se ha buscado caminar por un proceso educativo más congruente con
la realidad de nuestras comunidades, generador del sujeto comunitario.
La fortaleza del espíritu es importante. Nos vestimos como lo hacen nuestros abuelos y
en compañía de ellos caminamos; damos servicio porque esto es lo que nos
mantiene fuertes como pueblo; estudiamos de distintas maneras, ya que nos
preparamos como sujetos colectivos que aprenden en común; humanizamos nuestra
formación no sólo en los pensamientos, también en las acciones para
constituirnos como comunidad, y visitamos a nuestra madre tierra, le oramos en
los cuatro rumbos y le ofrecemos lo que tenemos. Procuramos cuidarnos porque
nos toca vivir una realidad distinta a la que vivieron nuestros padres, los
abuelos. Sabemos que debemos entender lo que está pasando, no solo en el salón,
también en la vida afuera.
Este sueño no sería posible sin los que han compartido su sangre, su sudor y lágrimas, porque gracias a ellos ahora estamos nosotros y continuaremos estando. Como dicen nuestros abuelos, las personas que no dan servicio a su comunidad no logran entender lo que duele ni lo que alegra al pueblo. Los jóvenes que participan en este espacio también nos aportan; nos cuestionan; nos comparten que la educación va más allá de la transmisión de conocimientos en el aula; también nos muestran que es posible confiar, creer, defender, apoyar. Nos han enseñado que la juventud está lista y dispuesta a avanzar.
La jornada del campo Num. 62. 17 de noviembre de 2012
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